top of page

¡Próspero año nuevo! Son deseos que esta vez sí podrían cumplirse en 2021

Por Alberto Equihua

¿Cómo nos irá económicamente el próximo año? Esta es la pregunta que probablemente escuchamos insistentemente los economistas. Más cuando un año está tocando a su fin, como ahora. Y todavía más, cuando venimos de tiempos tan atípicos e inciertos, como los de este año 2020. Los economistas no somos adivinos ni tenemos esferas de cristal que nos permitan predecir el futuro. Lo que nuestra ciencia puede hacer con ayuda de sus herramientas teóricas y matemáticas es identificar patrones y tendencias en los datos históricos. Si resulta que efectivamente son sistemáticos, entonces podemos suponer que se repetirán aproximadamente igual o similarmente en el futuro.

Suponer que la economía es como un mecanismo, es una metáfora que hace ya algunos siglos retomamos de las ciencias “exactas”. Como la física, según nos la mostró Newton. Según el británico la materia se comporta de acuerdo con leyes, que nos permiten predecir con toda precisión, por ejemplo, la mecánica celeste y el comportamiento de la materia a nuestro alrededor. La química desentrañó los fundamentos de los elementos y cómo pueden reaccionar para formar sistemáticamente diferentes substancias. La ingeniería sintetizó tales conocimientos científicos para domar la energía mediante motores y ponerla al servicio de la producción y del hombre. Al calor y a la máquina de vapor les siguieron en sucesión rápida el motor de combustión interna y la electricidad. Pareciera así, que la naturaleza fuera esencialmente mecánica y la mente humana sólo tuviera que desentrañarla para también crear mecanismos artificiales para nuestro uso y disfrute. La teoría darwiniana de la evolución, y la medicina también refrendaban la convicción de que lo científico consistía en entender los mecanismos naturales. Así que las ciencias sociales, sin mecanismos que desentrañar, parecían condenadas a un lugar inferior del conocimiento. En medio de esa euforia mecanicista, los economistas se dieron a la tarea de explicar los fenómenos de la producción y la distribución como sistemas sociales: con procesos, circuitos y ciclos, que permiten subrayar tendencias y patrones regulares. La economía no será una ciencia “exacta”; pero dentro de las humanidades, sería la que estaría más cerca de serlo.

Quizás el aspecto económico que más ha preocupado a propios y a extraños sea la sucesión de períodos de auge y depresión en las actividades comerciales y productivas en las naciones. Sus efectos en la prosperidad y penuria en las sociedades son suficientes para preocupar a ciudadanos y gobernantes. La Ekonosphera ya ha publicado una serie extraordinaria de lecturas, producto de la mano maestra de nuestro colega Gildardo Cilia[1]. En esta ocasión, más que abundar en los enfoques teóricos sobre el punto, queremos poner el foco de la atención en una herramienta propuesta por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (el INEGI) para dar seguimiento a la dinámica de nuestra economía. Se trata del “Reloj de los ciclos económicos de México”. A pesar de que las circunstancias actuales imponen un grado mayor de dificultad para cualquier instrumento para producir pronósticos sobre la economía, no está demás revisar lo que puede ofrecer la herramienta del INEGI. Además, esta es la época propicia del año para intentarlo; pues en unos días empezaremos un nuevo ciclo calendario.

La crisis de salubridad que nos trajo el COVID arrancó hace ya un año. En diciembre de 2019 el mundo tuvo las primeras noticias de un síndrome respiratorio agudo desconocido hasta entonces. Los primeros enfermos y decesos ocurrieron en la ciudad de Wuhan en china. A partir de ese momento el planeta se preparó para recibir y resistir la pandemia; pero en una ignorancia profunda. Aparte de que el causante era un coronavirus, el resto estaba por comprenderse: como se transmitía, que tan letal era y por supuesto, cómo tratar el síndrome. La humanidad completa entró en estado de alerta y el personal médico y científico del mundo puso manos a la obra; tanto para tratar a los enfermos y luchar por evitar los desenlaces fatales, como para desarrollar en tiempo récord una vacuna eficaz. La reacción más lógica en medio de la incertidumbre y los riesgos potenciales fue la cuarentena y el encierro de la población, con la esperanza de disminuir los contagios y el colapso de los sistemas hospitalarios en el mundo, bajo el peso de enfermos graves con requerimientos de asistencia médica y técnica, especialmente para respirar. El efecto económico no se hizo esperar y las actividades productivas y comerciales se frenaron literalmente de golpe.

Como fenómeno planetario, los efectos de la pandemia también se hicieron presentes en México, incluidos los económicos. Si bien el impacto de salud está a la vista, los efectos económicos requieren de algunos instrumentos ad hoc para observarlos y dimensionarlos. En México, el INEGI es el responsable de reunir y procesar la información económica y social para observar tales efectos y fundamentar la toma de decisiones; sobre todo en el ámbito de las políticas públicas. El INEGI ha desarrollado un instrumento para analizar los ciclos económicos y sus diferentes fases. El “Reloj de los ciclos económicos de México”. Está accesible al público en su página web.

Por definición, un ciclo consiste en un movimiento circular, que empieza y termina en un mismo lugar. La economía se comporta cíclicamente, en el sentido de que las actividades tienen una fase de expansión o auge, que termina en una “crisis”, cuando la actividad cesa de crecer. A partir de ese punto se dice que la economía entra en contracción hasta que llega a un punto en el que reasume crecimiento para entrar así en una fase de expansión que inaugura un ciclo nuevo. Los especialistas del INEGI han propuesto capturar el ciclo de nuestra economía con ayuda de un grupo de variables, con base en las cuales definen dos indicadores “clave”: el “adelantado” y el “coincidente”. Este último resume datos duros de la economía, como el “Indicador Global de la Economía“ (IGAE), que es una estimación oportuna y aproximada del volumen de la producción; la “Actividad industrial” o los “Asegurados del IMSS”, entre otros indicadores. Lo definen en total 6 variables, que se caracterizan por provenir de registros cotidianos, por lo que se pueden reportar regular y con cierta frecuencia; una vez al mes o incluso mayor. Por su parte, el indicador adelantado, reúne datos subjetivos como la percepción de los empresarios sobre si es buen momento o no para invertir; o bien datos del ámbito financiero cuya reacción suele ser muy rápida, como la tasa de interés interbancaria de equilibrio (TIIE) o el índice de precios y cotizaciones de la Bolsa Mexicana de Valores (IPC). Se supone que el indicador adelantado “anticipa” la dinámica de la economía “real”; es decir de la producción y el empleo. Comportamiento que se pretende capturar con el indicador coincidente.

Gráfica 1

El Reloj de los Ciclos Económicos procesa las series de datos y los indicadores sobre los que está construido de manera que todos puedan representarse como se observa en la Gráfica 1 arriba del “indicador coincidente”, a manera de ejemplo. En virtud de esta estandarización todas las series son comparables y tienen siempre como nivel de tendencia histórica el valor de 100. Es una especie de promedio y permite observar para cada momento cuándo el indicador está por arriba o por debajo de su tendencia (con 100 como referencia). Además, es posible apreciar cuándo el indicador está creciendo o disminuyendo. A partir de estas opciones, la herramienta del INEGI define cuatro momentos posibles para los indicadores: 1) están por abajo de su tendencia y en crecimiento, como se ve al principio, a la izquierda de la Gráfica 1; 2) sigue en aumento, pero ya ha superado su tendencia; 3) aun por arriba de su tendencia, pero ha empezado a declinar y 4) continúa a la baja, pero ya se ha trasladado por debajo de su nivel tendencial. Estos cuatro momentos se pueden representar como en la Gráfica 2. Con cuatro cuadrantes; uno para cada uno de los momentos recién descritos. A saber y respectivamente 1) amarillo, 2) verde, 3) anaranjado 4) rojo. En teoría, los indicadores con el transcurso del tiempo deberían presentar un movimiento circular en el sentido opuesto a las manecillas del reloj. El INEGI los destaca con las flechas en los recuadros que incluye en las esquinas de la Gráfica 2.

Gráfica 2

De acuerdo con la herramienta de INEGI, la posición de nuestro ciclo económico en diciembre de 2019 es la que se exhibe en la misma Gráfica 2. Ese fue el momento cuando conocimos la existencia de un virus nuevo. La economía mexicana se encontraba entonces en un punto de inflexión peculiar, como lo denota el agrupamiento apretado de los indicadores hacia el centro de la gráfica. Las variables económicas en general se encontraban en sus niveles históricos promedio y estancadas (crecimiento cero o cercano). Indicadores como la confianza del consumidor (la “X” verde) se mantenían claramente por arriba de su tendencia, pero con decrecimiento “ligero”, indicado por su posición a la izquierda del eje vertical. En los meses siguientes, el estado de ánimo económico empezó a declinar, a medida que el coronavirus se extendía sobre el planeta y los contagios y las defunciones se multiplicaban alarmantemente. Para marzo de 2020, en México se empezaron a tomar las medidas para mitigar los efectos de la pandemia, incluida la cuarentena. Fue hasta abril que el Reloj de los Ciclos Económicos registró toda la violencia del impacto económico del encierro y de la pandemia.

Gráfica 3

La gráfica 3 corresponde al mes de abril de 2020. Ahí es notable el desplazamiento de todas las variables económicas hacia el cuadrante rojo. Excepto por la TIIE, que se mantuvo discretamente en la zona verde; por arriba de su tendencia y en crecimiento. En algunos casos, los indicadores se movieron a las zonas más profundas del área roja y crítica. Muy por debajo de su tendencia y en franco decrecimiento. Destacan en este caso el indicador coincidente (denotado por la “C” en un recuadro con fondo rojo); los ingresos al por menor (la cruz roja atrás de la “C”); el IGAE (el círculo rojo); y el peor de todos, el indicador de la actividad industrial (el triángulo apenas visible justo en la esquina inferior izquierda).

Desde 1980, el primer año en los registros de la herramienta de INEGI, nuestra economía no había pasado por una coyuntura tan adversa ni experimentado una reacción de tal magnitud. Que el indicador coincidente haya recogido de esta manera el efecto de la pandemia también señala que no hubo un antecedente económico. De manera que el indicador adelantado (la “A” en el recuadro con fondo azul) apenas si denotó un cambio, comparado con diciembre de 2019 (ver la Gráfica 3 anterior). Podría decirse figurativamente, que la economía como agregado no vio venir el golpe provocado por la pandemia.

En suma, para abril de este año, la economía mexicana había entrado francamente en una fase baja del ciclo económico. En los casi 40 años de registros del reloj de los ciclos económicos nunca se había observado una desorganización de la dinámica de los indicadores económicos de estas características y magnitudes. Los datos subrayan así las dificultades en las que entró la economía durante el primer semestre del año. Su verdadera magnitud se podrá conocer hasta el próximo 2021, cuando se concluyan los cálculos definitivos de la producción y el ingreso para este año. Entonces será posible calificar con precisión lo que experimentó nuestra economía en esas semanas y días. La película completa según el Reloj de los Ciclos Económicos se puede apreciar directamente en la herramienta, en la página de INEGI. Las lecturas caóticas y extremas se prolongaron durante los meses subsecuentes. Aunque a simple vista se podría afirmar que hacia agosto han empezado a regresar a cierta normalidad. A juzgar por lo menos por su reagrupamiento en formaciones más densas, como parece que es la normalidad según la historia recogida por la herramienta.