Coordinador: Guillermo Saldaña Caballero
Podríamos decir, que todos los indicadores económicos llevan rumbos negativos e indeseables, consecuencia de la pandemia del covid-19. Entre las excepciones se encuentra uno, que de acuerdo con el anuncio reciente del Banco de México se incrementó claramente. Se trata del monto de las remesas que mexicanos expatriados remiten hacia nuestro país. Los datos hablan por sí mismos:
En junio ingresaron 5,536 millones de dólares de remesas, esto es, 11.9% más respecto al mismo mes de 2019.
En el primer semestre de 2020, Banxico registró un ingreso de 19,074 millones de dólares, mayor al registrado en el mismo periodo durante 2019 (17,254 millones de dólares); lo que representó un incremento de 10%.
Se registró un aumento de 6.8% en el monto promedio de cada operación de envío de los mexicanos desde el extranjero (principalmente, Estados Unidos) al pasar de 319 a 340 dólares.
Un vistazo detenido a estas variaciones favorables revela, que las remesas recibidas en el primer trimestre de 2020 alcanzaron 9,293 millones de dólares, es decir, 18.4% más en relación con el monto registrado en igual trimestre del año pasado. Después de marzo, sin embargo, el pronóstico se tornó sombrío y los expertos auguraron una fuerte contracción anual de las remesas, entre 16 y 19%, sobre el siguiente escenario:
La reducción de la actividad económica mundial, que originó, primero, que el pronóstico inicial de 3.3% de crecimiento se hiciera nulo; para pasar luego a una variación de -3.9% en abril y de -4.9% en junio. (Fondo Monetario Internacional, “Actualización de las perspectivas de la economía mundial, junio de 2020)
La proyección de la contracción de los Estados Unidos, que siguió la misma tendencia de la economía mundial: de la inicial positiva de 2% a -5.9 en abril y a -8% en junio. (FMI, Ibidem).
La lógica de la argumentación resultaba del todo sustentable, ante la recesión era indudable que el ingreso de los trabajadores migrantes iba a descender y ello iba a reducir significativamente su capacidad de transferir recursos al país. El único elemento que atenuaba la disminución de envíos era que el tipo de cambio siguiera en declive; lo que llevaba a un incremento anual en el poder de compra interno de cada dólar enviado por los migrantes mexicanos. (Jesús Cervantes González. “Dinamismo en el primer trimestre del ingreso de México por remesas”, mayo de 2020. CEMLA. Foro de Remesas).
Dinamismo histórico de las remesas
En 2019, México registró un ingreso récord de remesas, situándose esa cifra en 36 mil 45 millones de dólares, mayor en 7.04% a la de 2018 y la más alta observada en un año de acuerdo con los registros históricos del Banco de México. Estos recursos se ubicaron por encima del flujo de inversión extranjera (35 mil millones de dólares); las exportaciones petroleras (26 mil millones de dólares) y la actividad turística (22 mil millones de dólares). Únicamente estuvieron por debajo de las exportaciones automotrices, que generaron un ingreso cercano a 150 mil millones de dólares. Este impulso en la generación de remesas se coincide, fue resultado de la actividad económica y la consecuente fortaleza del nivel de empleo de los Estados Unidos durante 2019.
El crecimiento de las remesas ha sido espectacular desde 1990, registrándose el crecimiento más significativo de 2000 a 2005, cuando la captación de divisas se elevó 3.3 veces más. Durante los cinco años siguientes, el flujo anual disminuyó, como otra de las consecuencias de la crisis hipotecaria, cuyo efecto se sintió en 2009 y 2010, con una variación anual de -15.3% y de 0%, respectivamente. Durante la presente década la tendencia general ha sido de crecimiento y de 2015 a 2019 el aumento fue sostenido, con una tasa promedio de crecimiento anual de 8.8%.
Las remesas han evolucionado de tal forma que, según cifras del Banco Mundial, en 2019, México se convirtió a escala del orbe en el tercer país receptor, sólo por detrás de la India (83.1 mil millones de dólares) y China (68.4 mil millones de dólares). Después de México, siguen en orden descendente Filipinas (35.2 mil millones de dólares) y la República Árabe de Egipto (26.8 mil millones de dólares).
La expansión del monto de las remesas hasta 2005 podría guardar una relación directa con el número de emigrantes mexicanos en el mundo. Sin embargo, en 2010, se redujo el importe de las remesas, a pesar de que en ese momento se alcanzó uno de los picos más altos en el número de emigrantes. De igual modo, de 2015 a 2019, se registraron remesas crecientes a pesar de que hubo altibajos en el número de mexicanos residentes en otros países. Los emigrantes mexicanos se localizan básicamente en Estados Unidos (97.40%) y marginalmente en otros países como Canadá (0.73%) y España (0.45%).
Cabe señalar que México es el segundo país con más emigrantes en otros países, con 9.46% de su población total. Las razones del desplazamiento son diversas:
El bajo nivel de vida que se aprecia en el PIB per cápita (10,100 dólares en 2019), lo que situó a México en el lugar 68 de 196 países del mundo (FMI).
El salario medio, 6.8 dólares al día, que en 2019 fue el más bajo del mundo.
Sólo 3.7% de los mexicanos ocupados gana más de cinco salarios mínimos (15 mil 429 pesos al mes en 2019), lo que ubica, de acuerdo con INEGI, a un número considerable de familias por debajo del ingreso promedio requerido, 13 mil 529 pesos, para el mantenimiento de los hogares.
La población en pobreza representa 41.9% del total, con más de 52 millones de personas.
La violencia.
La debilidad, casi ausencia de estado de derecho.
Todo ello, ubica a México en el puesto 78 en el Índice de Desarrollo Humano, lo que refleja un alto nivel de desigualdad y amplias brechas educacionales, salariales y de acceso a oportunidades.
Hacia una caracterización social
El universo de la población que remite remesas al país no se reduce a los 11.8 millones de migrantes mexicanos de primera generación y que representa 30% de la fuerza laboral hispana en Estados Unidos. A este número de personas habría que agregar una población potencial de 18 millones de migrantes de segunda y tercera generación. Se estima que más de 30 millones de mexicanos y de ascendencia mexicana en Estados Unidos tienen algún nexo solidario con el país.
Visto en el plano económico, es evidente que a partir de 1986 el flujo migratorio fue consecuencia de la mayor integración comercial y financiera con los Estados Unidos. La corriente migratoria ha generado tres procesos: 1) amplió la presencia de la fuerza laboral femenina (47%), hasta hacerse equiparable con la masculina; 2) la fuerza laboral mexicana se esparció por toda la Unión Americana y 3) se registró un desplazamiento laboral hacia sectores distintos a los tradicionales, como son las manufacturas, la construcción y los servicios. Desde la primera década de este siglo se observó este cambio en la estructura laboral. La participación de los mexicanos que se dedicaban al sector primario disminuyó de 12 a 4%.
En igual sentido se ha ampliado la presencia de la población proveniente de zonas urbanas hasta representar 58.2% de la población migrante en los Estados Unidos (EMIF Norte 2016); es decir, la migración ya no tiene un origen rural, o de pequeñas poblaciones urbanas, ahora en la configuración de la emigración juega un papel importante las urbes medianas y grandes. En cuanto a la escolaridad el nivel sigue siendo bajo, ya que 81.2% tiene hasta la educación secundaria y sólo 12% cuenta con estudios universitarios. La edad mayoritaria de la población migrante oscila entre los 18 y los 45 años.
Aun así, el ingreso de los trabajadores mexicanos en Estados Unidos es considerablemente más alto de lo que percibe un trabajador con salario promedio en México: “la remuneración media de los trabajadores mexicanos inmigrantes en ocupaciones de tiempo completo resultó en 2019 de 39,426 dólares anuales, con montos de 42,158 dólares en el caso de los hombres y de 33,439 dólares en el de las mujeres”. (Jesús A. Cervantes González y Cindy Sánchez Ricardo, CEMLA, febrero de 2020).
A efecto de precisar la diferencia salarial vale la pena señalar que, con el salario promedio, un trabajador en México en 2019 apenas si obtuvo un ingreso de 2,642 dólares al año.
La masa salarial anual de los trabajadores inmigrantes mexicanos en los Estados Unidos alcanzó en 2019 un monto de 267 mil 754 millones de dólares y las remesas que enviaron en 2018 (33.7 mil millones de dólares) representaron una cuarta parte de la masa salarial del sector formal de la economía mexicana, según datos de la población asegurada en el IMSS.
Quedan claras las razones económicas de la creciente emigración mexicana hacia los Estados Unidos, sin embargo, hay que despejar la gran incógnita: ¿por qué los inmigrantes mexicanos transfieren parte de su esfuerzo productivo a México?
Las remesas representan vínculos de solidaridad a distancia que une a los migrantes con sus familiares y amigos. Los impulsa a conformar una sociedad que se expande internacionalmente; así la binacionalidad se ha tornado en un fenómeno creciente y recurrente.
Dentro del ámbito de la solidaridad, debe decirse que existen, por lo menos, tres tipos de motivaciones: la altruista, que tiene que ver con vínculos afectivos y con la prerrogativa de elevar el nivel de bienestar de la familia que quedó en casa; la del beneficio propio, que se relaciona con el deseo de ampliar ahorros y activos, particularmente de bienes inmuebles, con la añoranza de algún día “regresar al terruño”; y la del reconocimiento y prestigio social, en la que se ponderan lazos espirituales con la comunidad de origen, sobre todo en las comunidades rurales en donde “la tierra es todo: origen y destino”. (Telésforo Ramírez García, “Factores determinantes del envío de remesas: el caso de los inmigrantes mexicanos en la zona metropolitana de Chicago”, Consejo Nacional de Población, 2010).
Lo sorprendente es que las remesas trasciendan en el tiempo y aún a los migrantes de primera generación. En la transferencia de remesas, la mayoría de los analistas coinciden que predomina una visión altruista y en el caso de los migrantes mexicanos los nexos de solidaridad “continúan incluso cuando la mayoría de los migrantes haya logrado reunificar o formar una nueva familia en los Estados Unidos”. (Telésforo Ramírez García. Ibidem).
Un factor más puede ser el clima político en Estados Unidos. Particularmente el riesgo de que el gobierno de aquel país intensifique sus políticas y medidas en contra de la migración. Algo que el presidente Trump ha comunicado desde su campaña y ya en el gobierno. Los migrantes pueden percibir el riesgo de ser repatriados involuntariamente e incluso perder sus activos en Estados Unidos. En este escenario resulta racional redoblar el esfuerzo de remitir recursos a México con el doble propósito de ponerlos a buen resguardo por un lado y por el otro para contar con un patrimonio acá, en el caso de verse obligado a regresar. Esta perspectiva, pero en el caso chino, la refiere ya Francis Fukuyama en su libro “Trust” (Fukuyama, Francis. “Trust”, Free Press Paperbacks, EU. p 94). Su conclusión ahí es que ante la vorágine política “…la familia provee por lo menos una cierta certidumbre”. Ante los temores provocados por los políticos en Estados Unidos, los migrantes pueden preferir refugiar sus ahorros en la seguridad que les puedan proporcionar sus familias en México.
La distribución de las remesas se ha esparcido notablemente por todas las entidades federativas del país. Durante el primer semestre de 2020, los porcentajes más amplios de participación se presentaron en los Estados de Michoacán, Jalisco, Guanajuato, Estado de México, Oaxaca, Puebla, Guerrero, Veracruz y San Luis Potosí. Llama la atención la inclusión del Estado de México y la Ciudad de México, lo que confirmaría que la migración del país se ha extendido hacia las ciudades y corredores metropolitanos.
No obstante la dispersión geográfica, no deja de ser cierto que la mayoría de los beneficiarios de remesas se encuentran en los estados más pobres con alta expulsión migratoria, entre ellos, Michoacán, Zacatecas, Guerrero y Oaxaca, en donde las remesas representan entre 12 y 11% de su PIB, así como en otros Estados como Puebla y San Luis Potosí en donde la población rural es amplia y pobre. En Michoacán, Guerrero y Oaxaca, se sabe que “69% de los migrantes son responsables de mantener económicamente al menos a dos personas en sus poblaciones de origen”. (Viri Ríos, The New York Times). https://www.nytimes.com/es/2020/05/19/espanol/opinion/remesas-mexico.html
Los datos sobre altruismo o solidaridad se hacen más evidentes cuando se consideran los siguientes datos:
En 2018, 1.65 millones de hogares en México recibieron remesas. Dentro de este total 27% de los hogares receptores de remesas están en los dos deciles de menores ingresos, y 12.7% en los dos deciles de mayores ingresos.
Según una encuesta recabada a migrantes mexicanos, en cerca de 30% de los hogares receptores las remesas constituyen la principal fuente de ingresos de los hogares. La relevancia de las remesas es mayor cuando se envían al cónyuge o al cónyuge e hijos, ya que en el 84.6% de esos casos representan la principal fuente de ingreso del hogar. (Jesús A. Cervantes González, “Las remesas y la medición de la pobreza en México”, CEMLA 2019).
La encuesta también revela que 89.9% de las transferencias se destinan a manutención y sólo 6.9% a ahorros y negocios.
La recepción de remesas tiende a aumentar los gastos relacionados con la vivienda (compra, renta y adecuación de bienes inmuebles) en 69.4%.
Remesas que crecen en medio de la crisis
Queda un enigma por resolver: ¿por qué las remesas crecieron en plena crisis pandémica, hasta alcanzar un nivel histórico semestral de 19 mil 074 millones de dólares? La respuesta concisa tendría que venir por el lado de los ingresos de los trabajadores de origen mexicano, siendo el empleo uno de los factores claves.
Antes de la crisis pandémica, alrededor de 85% de los mexicanos ocupados en Estados Unidos contaban con empleos de tiempo completo; es decir, tenían un trabajo formal. (Jesús A. Cervantes y Cindy Sánchez Ricardo, “Mexicanos en Estados Unidos: Empleo y Remesas”. Comercio Exterior, Bancomext).
En distintas actividades de Estados Unidos la contribución de los empleados mexicanos y mexicano-estadounidenses es clave para su desarrollo productivo: en la agricultura, esta fuerza laboral representa 30.1% de la total empleada; en la construcción 19.5%; en la hotelería y recreación 14.5%; en la minería 6.3% y en los servicios generales (talleres mecánicos, salones de belleza, limpieza, lavanderías, mantenimiento, entre otros) 5.6%. De modo que, ubicándose los trabajadores mexicanos en la agricultura y en otras actividades esenciales, la reducción en el empleo fue menos drástica de la prevista; desde luego, sí hubo afectación laboral en ramas como la construcción, hotelería, recreación y otras relacionadas con el sector turismo, así como en los servicios generales
Otros datos demuestran que los migrantes mexicanos son considerados trabajadores esenciales en Estados Unidos y continúan laborando sin interrupciones. “En la industria del empaquetado de carnes estadounidense, por ejemplo, se estima que 80 por ciento de los trabajadores son migrantes indocumentados o refugiados y 22 por ciento del total de los trabajadores en la industria alimentaria son migrantes” (Viri Ríos, The New York Times).
Los que tuvieron una mayor afectación por la parálisis económica fueron los 1.2 millones de mexicanos y méxico-estadounidenses que son emprendedores. Casi 25% de los negocios de construcción tienen como propietarios a mexicanos o a descendientes de origen mexicano; teniendo también una participación relevante en los ramos de servicios profesionales (21.9%), servicios generales (20.2%), ventas (6.3%) y salud (5.6%) (Patricia Sulbarán Lovera, “Mexicanos en Estados Unidos: las cifras que muestran su verdadero poder económico”, 6 de febrero de 2019).
La relevancia económica de los mexicanos y de los méxico-estadounidenses, en efecto, no debe subestimarse. La comunidad latina en Estados Unidos tuvo un poder adquisitivo de 1.5 billones de dólares, lo que “constituye el 10,4% del poder adquisitivo total en Estados Unidos, según el reporte anual de Economía Multicultural elaborado por el Centro Selig, de la Universidad de Georgia”. La población mexicana o de origen mexicano tiene un poder adquisitivo de 881 mil millones de dólares, es decir, participa, con 57.2% del poder adquisitivo de la población latina en Estados Unidos.
A todas estas cifras hay que reiterar un dato muy útil para los fines de la exposición: el salario promedio de los trabajadores mexicanos por tiempo completo, en 2019, en Estados Unidos, fue de 39 mil 426 dólares.
Contando con todos estos datos, se puede formular la hipótesis de que el ingreso disponible de los trabajadores mexicanos y mexico-estadounideses en el vecino del norte no tuvo una disminución sensible: primero, porque la población dedicada a actividades esenciales continuó laborando y segundo, porque un importante número de trabajadores se encuentra dentro de los supuestos para recibir los apoyos otorgados por el gobierno norteamericano. Conviene citar los apoyos económicos instrumentados para enfrentar la crisis pandémica: “pagos con cheques directos de 1,200 dólares a ciudadanos con un ingreso menor a 75 mil dólares al año, añadiendo 500 por cada menor de 17 años", así como seguro de desempleo.
La retribución en la pandemia de muchos de los migrantes (600 dólares por semana) podría superar a lo que recibían cuando estaban laborando. La reducción propuesta por los republicanos (otorgar a los trabajadores sólo 70% del salario que percibían al quedar desempleados), de aprobarse, sí va a afectar el ingreso disponible de los trabajadores inmigrantes mexicanos; lo que traería consigo una disminución en el monto de las remesas.
Se podría aducir que el número de trabajadores migrantes mexicanos de tiempo completo (alrededor de 85%), que recibe apoyos se reduciría ampliamente si se considera a los inmigrantes “indocumentados”. Sin embargo, bajo el supuesto de que todos los emigrantes de primera generación trabajan (hipótesis que no es del todo inválida, si se toma en cuenta que la gran mayoría emigra por su deseo de trabajar) y tomando en cuenta a la población “indocumentada” (alrededor de 5 millones de personas), se podría llegar a la conclusión que alrededor de 67.8% de la población ocupada de tiempo completo (6.8 millones de personas) bien pudiera ser acreedora de los beneficios del programa de apoyo del Gobierno de los Estados Unidos.
Otro factor que pudo incidir positivamente en el crecimiento de las remesas es el valor del dólar respecto al peso, que propició que el poder de consumo de los hogares receptores de remesas haya aumentado casi 53% en marzo con respecto al mismo mes del año pasado (Viri Ríos, The New York Times, op.cit.); o bien que aumentará el valor en pesos de los montos destinados al ahorro o a la inversión. El tipo de cambio alcanzó su máximo el 23 de marzo con 25.1350 pesos por dólar, lo que significó una devaluación de 31.6% con respecto al tipo de cambio existente al 31 de diciembre de 2019. Esta depreciación ha venido disminuyendo a partir de la última semana de marzo, ya que el tipo de cambio se situó en 22.17 pesos por dólar al 14 de agosto de 2020.
Sin embargo, ante la parálisis económica originada por la pandemia, el incremento en las remesas debe tener como mayor explicación el de la conservación del empleo en actividades esenciales, la permanencia del ingreso disponible de nuestra población migrante en los Estados Unidos y la acrecentada incertidumbre en materia migratoria causada por la política trumpista. La devaluación sólo podría explicar en forma secundaria este interesante fenómeno.
Comentario Final
Pocos temas pueden ser más ambivalente que hablar de las remesas. El masivo ingreso de divisas que significan para la economía mexicana incita a la alegría y la celebración, como lo ha mostrado ya el mismo presidente de la República en su momento. Pero ese estado anímico se eclipsa en el momento en que se considera, no sólo el sacrificio que significan esos dólares en términos de familias separadas y desarraigadas. Migrar rara vez es una primera opción. Típicamente es el plan “B” ante el fracaso de nuestra economía para generar oportunidades de ocupación y emprendimiento. El caso es todavía un grado más lamentable, porque quienes toman esta ruta de escape ante las deficiencias nacionales, son mexicanos con actitudes, creatividad, arrojo y sobre todo deseos de prosperar superiores al promedio. Podría decirse que son la crema de los mexicanos con iniciativa, que desesperados ante las negativas y la falta de oportunidades en casa, acaban por tomar la dura decisión de emigrar en busca de horizontes mejores y más prometedores. Qué bueno que mantienen lazos con su país de origen, como para aportar recursos muy valiosos. Parece que ganamos. Pero en realidad la pregunta que queda es ¿Qué tenemos que hacer en México para que la riqueza completa que los migrantes son capaces de crear, se produzca en nuestro país? Resolverlo no sólo equivale a traer a nuestro territorio la gallina de los huevos de oro; al mismo tiempo disminuiríamos el daño que tienen que sufrir las familias obligadas a separarse, porque su nación no es capaz de estar a la altura de sus sueños.
Equipo Ekonosphera:
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Guillermo Saldaña Caballero
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