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Agua, Estrés Hídrico... ¿Y Marte?

Actualizado: 17 oct 2020


Coordinador: Guillermo Saldaña Caballero


El Arjé

El agua decía Tales de Mileto es el arjé o el principio creador del universo. Fue a partir de esa idea que la ciencia encontró la base para explicar los fenómenos a partir de un método racional. Del agua, como materia originaria - señalaba el sabio - surgieron todas las expresiones de vida en la tierra.

Observador profundo, el filósofo se dio cuenta que el agua es un elemento que abunda en la naturaleza, en las estructuras de nuestro planeta y en la atmósfera y en la composición de todos los organismos vivos. Como todo lo que sorprende del pensamiento griego, veintiséis siglos más tarde se llegó a la conclusión que el “charquito de la vida” en nuestro planeta se formó cuando una desprevenida pavesa de polvo se mezcló accidentalmente con agua. Ahí, en ese “charquito cósmico”, se cocinaron los jugos que le dieron origen a todo lo demás.

El agua es fuente de vida, pero también ha marcado el destino del hombre. Sin agua, simplemente, no se podría vivir; por eso en el transcurso de la historia los hombres han recorrido grandes distancias en su búsqueda. El ingenio humano se ha aguzado para retenerla y conservarla y para hacerla fluir sobre terrenos agrícolas, ya en el sedentarismo. No obstante el ingenio humano, hay pruebas históricas palpables de grandes civilizaciones que se extinguieron cuando las fuentes de agua se hicieron precarias por su sobreexplotación. En nuestros días, tal vez como consecuencia de ese legado histórico, en las culturas donde hay escasez se cuida de mejor forma el agua, convirtiéndose en un tesoro invaluable.

¿Es abundante el agua? El agua cubre el 70% de la superficie del planeta, pero el agua apta para el consumo humano es más escasa de lo que uno puede suponer. Esto es, 97.5% del agua se encuentra en mares y océanos y sólo el 2.5% es agua dulce. De ese total de agua dulce, 69% se encuentra en los polos y en las cumbres de las montañas, en estado sólido; el 30% en humedales y acuíferos profundos y el 1% escurre por las cuencas hidrográficas, es decir, en ríos y arroyos, o en general en diferentes cuerpos de agua: lagos, lagunas y en los acuíferos. Este 1% de aguas superficiales equivale aproximadamente a 0.0001% del agua total del planeta.

Podríamos decir, con cierta certidumbre, que el hombre ha vivido con ese ínfimo 0.0001% de agua. Sin embargo, los fenómenos antropogénicos son un elemento que ponen en especial riesgo a la humanidad. El uso global del agua se ha multiplicado seis veces en los últimos 100 años y continúa creciendo a una tasa de 1% anual. En la expansión del consumo seguirán convergiendo el incremento de la población y la concentración urbana. Se prevé que la población aumente en 2,300 millones de personas en los próximos 30 años: de 7,700 millones actuales a alrededor de 10 mil millones para 2050, con dos tercios de seres humanos viviendo en ciudades. Los síntomas de escasez ya son preocupantes, se estiman que una de cada 3 personas en el mundo (alrededor de 2,200 millones) no tienen acceso a agua potable y la mitad de población mundial está ya sujeta a medidas extraordinarias de contingencia para su preservación.

La escasez de agua en los años por venir parece inevitable y generará presiones en una escala nunca vista. Siempre ha habido disputas por el agua, es cierto, en el origen de la civilización fueron tribales, pero ha ido creciendo en la medida que el hormiguero humano ha ido aumentando. En los últimos cien años la lucha por el agua, progresivamente, ha puesto en riesgo la sobrevivencia y la estabilidad de miles de etnias y millones de individuos. Al interior de las naciones, se han hecho evidentes conflictos violentos entre etnias, los pobladores rurales y las megápolis. El más claro ejemplo es el descontento del grupo Mazahua, que se ha visto obligado a compartir sus ríos, arroyos y manantiales para proveer de agua a la Ciudad de México, una de las más demandantes y sedientas del mundo; generándose así la erosión y esterilidad de una gran parte de sus tierras.

La posibilidad de que se presenten conflictos violentes es latente en varias partes del mundo: India y Paquistán luchan por el agua en el Río Indo; Irak y Turquía por la de los ríos Tigris y Éufrates; Egipto y Etiopia por la cuenca del Río Nilo; ahora mismo parece se está incitando una disputa entre México y Estados Unidos por las aguas de la cuenca del Rio Conchos en Chihuahua. La razón debe imperar, pero lo cierto es que el sufrimiento progresivo por la escasez hace que el hilo conductor para resolver las disputas de manera consensuada sea cada vez más frágil. Se ha llegado a afirmar que “la próxima guerra mundial será por el agua”, por lo que podría ser el foco de mayor conflicto geopolítico del siglo XXI

El Agua en México

El agua y su saneamiento fue considerado como un derecho humano por la Asamblea General de la Organizaciones de las Naciones Unidas en 2010, quien exhortó a todos los Estados a hacer lo necesario para que todas sus poblaciones cuenten con agua potable en forma suficiente y accesible y económicamente asequible. Derivado de lo anterior, en México, en febrero de 2012, se reconoció el derecho humano al agua, que quedó plasmado en el artículo cuarto de nuestra Constitución de la siguiente forma: “Toda persona tiene derecho al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, saludable, aceptable y asequible”. El precepto obliga y lo pone más allá de cualquier discusión en torno al suministro del agua; por esa razón, el presidente de México fue claro al señalar que la dotación de agua para el consumo humano estaba garantizada, ante la negativa de compartir el agua del Río Bravo hacia el límite territorial de Estados Unidos, conforme al Tratado signado por ambos países en 1944.

La gran interrogante es: ¿México está en condiciones para hacer cumplir lo que está escrito en nuestra Constitución? La pregunta tiene que analizarse desde dos puntos de vista:

  • Primero, la capacidad con la que cuentan nuestras fuentes de agua para satisfacer la demanda en la cantidad y calidad requerida; y

  • Segundo, la forma que se distribuye el agua disponible, a sabiendas de que de antemano existe la necesidad de un reparto justo entre los diferentes sectores sociales y económicos; lo que significa salvaguardar, en primer término, el cumplimiento constitucional al que está obligado el Estado.

Las fuentes del agua dulce se encuentran en el aire, en la superficie y en el subsuelo. La existencia de agua y en consecuencia su disponibilidad depende de tres factores: la precipitación pluvial; la que corre por los arroyos y ríos y la que apaciblemente se integra a otros cuerpos de agua (lagos y lagunas); y la que existe en el subsuelo, es decir, aquella que se trasmina por la superficie terrestre y a la que se le denomina acuífero.

La precipitación pluvial constituye una parte importante del ciclo del agua, ya que produce el agua renovable del planeta. La presencia de lluvias depende de la presión atmosférica, la temperatura y la humedad atmosférica. La humedad, que es la cantidad de vapor de agua en el aire, se produce por la evaporación en la superficie del agua de océanos, mares, lagos, lagunas, ríos, arroyos y de los suelos; así como por la evapotranspiración de plantas y animales. Aquí los bosques y selvas juegan un papel relevante en el ciclo hídrico. Se estima que alrededor de aproximadamente 117 mil 600 kilómetros cúbicos de agua caen a la tierra por precipitaciones y que más del 30% proviene de la transpiración de las plantas. Debe preocuparnos, entonces, los cambios en la cobertura arbórea, sobre todo cuando diferentes estudios han demostrado que la deforestación ha causado una reducción de 5 a 6% de la humedad atmosférica.

Las precipitaciones se acumulan en cuencas de drenaje o en cuencas hidrográficas; es decir, las aguas escurren al subsuelo, o bien, fluyen por la superficie terrestre formando las cuencas que se derivan de los arroyos, ríos o lagos y otros cuerpos de agua. Las precipitaciones pluviales son, en consecuencia, un factor sustantivo en la cantidad de agua que fluye encima o por debajo de la superficie terrestre.

La República Mexicana cuenta con una superficie continental de 1,959,248 kilómetros cuadrados. La precipitación promedio anual en 2019 fue de 780 milímetros (mm), y su distribución es asimétrica por región hidrológica o entidad federativa. Quince Estados se ubicaron por debajo del promedio nacional. Los niveles más bajos de precipitación corresponden a: Baja California Sur (184 mm), Baja California (199 mm), Coahuila (341 mm) y Chihuahua (437 mm). Las entidades con precipitación abundante fueron Tabasco (2,384 mm), Chiapas (1,989 mm), Veracruz (1,506 mm) y Oaxaca (1,481 mm). El patrón de lluvias es diferenciado en el territorio nacional: “en la zona norte y en el altiplano (52% del territorio nacional, 1,018,809 km2) la media anual es inferior a los 500 mm, y en sólo una porción del sureste (7% del territorio nacional, 137,147 km2), la precipitación alcanza valores superiores a los 2,000 mm anuales” (Protección Civil Asesorías). Existen casos sui géneris como el de Oaxaca, en donde en su zona tropical y costera llueve en forma abundante, en tanto que en las partes serranas, la precipitación es escasa.

El promedio de lluvias en México se ubica en un nivel intermedio, está muy por arriba de los países que se localizan en zonas desérticas como Egipto (51 mm), Libia (56 mm) y Arabia Saudita (59 mm) y muy por debajo de los países tropicales más cercanos al Ecuador como Colombia (3,240 mm), Panamá (2,928 mm) y Costa Rica (2,962 mm). Desde luego es mejor tener precipitaciones a no tenerlas, pero en realidad lo importante es su aprovechamiento adecuado y es en algunos países con mayor escasez donde existe una mejor administración del agua.

Conviene hacer un paréntesis para aclarar algunos conceptos. Una región hidrológica es un área territorial conformada en función de sus características orográficas e hidrológicas, con el fin de agrupar la información sobre la disponibilidad y la calidad del agua. Sobre esta base en México se han establecido 13 regiones hidrológicas administrativas, que agrupan a las 37 regiones hidrológicas y a las 757 cuencas hidrológicas. Las aguas subterráneas, a su vez, están dividido en 653 acuíferos; en donde, como ya se dijo, un acuífero es el agua que corre en forma subterránea.

¿Es suficiente el agua renovable, esa que es factible de explotar anualmente en una región? México en forma anual cuenta en promedio con 1 449 471 millones de metros cúbicos de agua en forma de precipitación. De esta agua bendita del cielo, se estima que 72.1% se evapotranspira y regresa a la atmósfera, 21.4% escurre por los ríos o arroyos y el 6.4% restante se infiltra al subsuelo de forma natural recargando los acuíferos. Así, el país cuenta anualmente con 451 585 millones de metros cúbicos de agua dulce renovable. Cuatro de las regiones hidrológico-administrativas preocupan por su valor de agua renovable per cápita. Por su importancia estas regiones son: la Región Hidrológica (RH) del Valle de México con 143 metros cúbicos por habitante por año (m3/hab/año); la RH del Río Bravo con 1,007; la RH de la Península de Baja California con1,040 y la RH Lerma -Santiago - Pacífico con 1404.

La baja disponibilidad de agua significa estrés hídrico. Se considera que un país o región vive en estrés hídrico si su agua renovable es de 1 700 m3 /hab/año o menos. Esto significa que las cuatro regiones arriba mencionadas se encuentran ya en grado de estrés y al desagregar la información por entidad federativa, doce se encuentran en la misma situación. Preocupa más que casi todas las entidades federativas, conforme a la proyección a 2030, reduzcan su nivel de agua renovable per cápita y que el promedio nacional se estime ya en nivel de estrés hídrico:



México padece sequía en grado preocupante. Gran parte del territorio nacional se encuentra en estrés hídrico. De acuerdo con un informe elaborado por el World Resources Institute, México es el número 2 de América latina y el 24 del mundo por su nivel de estrés hídrico. En esta lista, los mayores niveles corresponden a los países de África y Medio Oriente y sólo dos países de América Latina se encuentran en el top 25. Chile, por cierto, se encuentra en una situación todavía más complicada que México.

Estrés hídrico significa que una cantidad de agua no se repone a plenitud con el ciclo natural. En las cinco regiones de México que están utilizando un volumen de agua que excede lo que el ciclo produce están las mayores ciudades y grandes superficies productoras de alimentos, es decir, entre 50 y 60% del PIB nacional. El problema no concluye ahí, además hay una notoria sobreexplotación de las cuencas y acuíferos y una impresionante contaminación de las aguas que fluyen por los ríos y los cuerpos de agua. El escenario no nos lleva al optimismo y exige renovar estrategias: en lugar de proyectos que demanden grandes volúmenes de agua, como las cerveceras (se calcula que para elaborar un litro de cerveza se requieren de dos a cuatro litros de agua dependiendo de la tecnología), debemos pensar en concentrar inversiones que conduzcan a “fabricar” agua dulce, captar agua de lluvia y a limpiar nuestros ríos. Dejemos el tema aquí.

Una Crónica Marciana

Los canales de Marte son líneas que varios astrónomos han creído ver en la superficie del planeta. Las observaciones telescópicas habían mostrado que en la superficie de Marte se encontraban grandes regiones brillantes de color amarillento, a las que se les llamó “desiertos”, que cubrían las tres cuartas partes del suelo del planeta. Marte es, pues, un planeta sediento.

En 1877, el astrónomo italiano Schiaparelli observó que sobre estas regiones desérticas se veían formaciones rectilíneas de color oscuro. A estas líneas se les dio el nombre de canales. Más tarde, entre 1895 y 1908, el astrónomo estadounidense Percival Lowell llegó a la conclusión de que los canales habían sido construidos por seres inteligentes para llevar el agua.

Marte como planeta deshidratado, no sólo ha despertado el interés científico, sino que ha inspirado narraciones fantásticas en el género literario de la ciencia ficción. Ahí están las narrativas magistrales de Isaac Asimov. ¿Y qué decir de la “Guerra de los Mundos” de Herbert George Wells? Obra publicada por primera vez en 1898, para convertirse después en una de las novelas de ciencia ficción más impactantes de todos los tiempos. La sobrevivencia y la envidia de ver una Tierra húmeda incitan la invasión de los marcianos que habitan en un planeta moribundo. Tiempo después, en 1950, Ray Bradbury escribió sus “Crónicas Marciana”, ahora son los hombres los que llegan a Marte, huyendo de la Tierra que está al borde de su destrucción.

Hace apenas unos días, el 29 de septiembre pasado, la revista Nature Astronomy publicó los resultados de una investigación que confirma la presencia de agua líquida subglacial cerca del polo sur. Se refieren a tres lagos ahí y la confirmación de un cuarto que ya se sospechaba desde 2018. (BBC news 2020). La tierra sigue siendo un oasis en un universo fundamentalmente seco. La única esperanza sigue en nuestro planeta y en la milésima fracción de agua que tenemos a nuestra disposición para sostener la vida aquí.

Tal vez, desde algún punto del universo infinito, en el tiempo relativo, ahorita mismo algún ente esté observando intrigado, cómo unos seres en el planeta azul se debaten desesperadamente alrededor de una substancia que literalmente inunda la tierra. Quizás nuestros conflictos alrededor de algo tan abundante como el agua, a la distancia de algunos años luz sólo permita dudar con razón de que podamos representar una forma de vida inteligente, incapaz de aprovechar racionalmente algo tan abundante en este rincón de la galaxia, como es el agua.

El tema de la semana continuará…

 

Equipo Ekonosphera:

  • Gildardo Cilia López.

  • Juan Alberto Equihua Zamora.

  • José Eduardo Esquivel Ancona.

  • María Guadalupe Martínez Coria.

  • Arturo Urióstegui Palacios.

  • Coordinador: Guillermo Saldaña Caballero.

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