José Enrique Vidal Dzul Tuyub
Pirámide "El Adivino", Uxmal. Cortesía: Luis Briseño Acosta.
Presentación
Los cuentos y leyendas que generan los pueblos se valen de elementos místicos, espirituales, religiosos o simplemente de relatos, que parecen funcionar como fábulas, al pretender explicar cosas que no son fáciles de entender o comprender. Estos recursos, en algunos casos, se han transmitido de generación en generación y forman parte de tradiciones orales sobre hechos históricos, sin importar que estos se hayan registrado o no documentalmente, lo que en su caso, nos permite saber sobre la posible pérdida de ellos; de modo que a través de la oralidad podemos disfrutar y reconocer con mayor riqueza imaginativa, las realidades que sólo hemos admirado en nuestros diversos contextos arqueológicos en México.
Tal es el caso de la leyenda del Enano de Uxmal o el Advino, relato que de manera abundate aborda elementos interesantísimos de los anhelos del hombre, sus miedos y sus sueños y la esperanza de comunicarse con los animales o con las cosas inanimadas, sin ser una narrativa que pertenezca básicamente a la ficción. Más bien forma parte de la evolución del conocimiento del hombre en la región del Mayab.
La realidad asumía formas míticas o tenía su sustento en conceptos que le daban aliento a todo el entorno del hombre de esa región, bajo el principio que todo parecía tener una razón de ser, por estar ahí. De modo que se le daba vida a las cosas inanimadas a través de rituales, donde la sangre, el líquido vital o el alma perdida en los sueños, podrían quedar atrapados en alguno objeto, herramienta o figura…
Sea pues, esta leyenda ejemplo de esto; de ella he escuchado múltiples versiones, y ahora agrego algunos elementos de la imaginación para que al final este efecto de encanto, de lo que nos atemoriza y nos atrae, permita que perviva aún más en nuestra memoria y en el tiempo.
La Leyenda
Los cerros de la península de Yucatán sorprendían a los ojos, por el hecho de contemplar sólo valles o llanos: el "todo plano", únicamente se admiraban los cenotes, cuevas y grutas, fiel reflejo del inframundo. ¡Sí!, cuando los encantos de los cerros del Puuc y los Huitzes intentaban tocar los cielos y no se veía nada alrededor de las aguadas, existía un ser, al que se le atribuía una esencia femenina y que siempre estaba sola. Los años, no le habían dado la dicha de compartir la vida, pero sí muchos conocimientos en el uso de las plantas, hojas, raíces, minerales y cantos para curar.
Todos la conocían como un ser sabio, pero a pesar de su sabiduría que le permitía el manejo de elementos; de ser una “Hechicera”, ese ser mágico no podía contener y generar vida, por más que sus conocimientos amplios los ponía en práctica en ella misma. Por eso renegaba de los montes excelsos y de las flores efímeras, que - a diferencia de ella - si daban frutos, reflejos y sonrisas. Es entonces cuando los seres que existían en los cerros de los Huitzes, se conmovieron de sus lamentos y del dolor que trasmitía con sus lágrimas de mujer capaz y fuerte; del ser atormetado, que a pesar de su poder, no podía consumar su propio anhelo.
El enano de Uxmal
El Huitz más fuerte, le respondió de manera altiva: -"Amada hija, ¿acaso tu sabiduría y tu poder no te satisfacen en tu gran existencia?"-.
En primera instancia, la “Hechicera” se sorprendió, pero sin ningún rasgo de temor contestó: - "tengo sabiduría y poder, pero me duele, que esto que conozco y sé, no podré trasmitirlo a hijo alguno"-.
Entonces le dijeron en conjunto los tres seres mágicos (los Huitzes) -"camina nueve días y revisa 13 grutas humedas y obscuras, encontrarás tus propios anhelos resueltos"-.
Después de esto sólo se escucharon cantos de pájaros, zumbidos de moscos y olor a hierva fresca. Conmovida la hechicera y estimulada por su más grande anhelo, llevó a cabo lo que le dijeron.
Al final del noveno día y de la treceava gruta, donde recogió diferentes cosas, más allá de cualquier incidente, en la intimidad de un recoveco encontró algo inexplicable, un huevo gigante, como nunca había visto; y con anterioridad, en el noveno espacio, un ropaje hecho de fibras vegetales el que con el frio de aquella gruta usó para cobijarse. Se llevó el huevo a su casa y lo cuidó por varios días. Al pasar el tiempo de lluvias y el frío; al iniciar el calor, aconteció algo ambivalente: lo esperado pero en forma inesperada.
Ella vivía muy cerca de la ciudad de Kabah, pero más cerca de Uxmal. En esos espacios abundaba el maíz, las calabazas y los venados, tapires jabalíes, faisanes y pavos, lo que permitía que existieran muchas viviendas dispersas en el campo, donde la gente agradecida con los dueños del monte, de la lluvia, del viento, de la vida, se regocijaba de sus buenaventuras. Y había muchos niños siempre corriendo y trabajando con sus padres y con gran sorpresa de los pueblos de esas regiones, miraron a la Hechicera, que se hacía acompañar de un chiquillo que extrañamente era tan pequeño, pero tan fuerte que daba la impresión de ser un señor adulto, pero de corta estatura, muy parecido a los P’usses (1). Lo más sorprendente es que hablaba y se comportaba como un adulto, en lugar de jugar se le veía siempre en labores del campo, recolectando plantas y transportando agua en grandes cántaros, siempre con un comportamiento vivaz.
Lo esperado e inesperado: brotó, nació o se hizo a sí mismo del huevo del la gruta número trece con el calor del ropaje de la número nueve. Miró a su madre y ella se asombró: él bebe, el niño hombre le habló sin titubear, sin siquiera haber escuchado una palabra antes. Le dijo: -"madre te había buscado siempre y mis padres de los cerros me dejaron contigo para que con mi ser y mi realidad podamos fundar uno de los pueblos mas hermosos y grandes de estas tierras"-.
Ella lo llamó Aklax Winik, porque antes de comer ya hablaba y antes de gatear ya corría; ambos eran muy felices.
Aklax siempre feliz y vivaz, pero muy curioso, interpretaba el canto de las aves, de las ranas, de los sapos; reflexionaba sobre el calor del día y el de la noche, sobre el ritmo del aire y la fuerza del viento; podía adivinar cuándo llovería y cuándo vendría la mala lluvia del norte. Su sabiduría la compartía con los pueblos, quienes se prevenían: sembraban oportunamente y obtenían grandes cosechas.
La curiosidad infinita de Aklax fue inmensa e intensa, revisaba lo que hacía con detenimiento su madre y empezó a entender que las cosas inertes pudieran, en cierto modo, tener vida; que los animales y las plantas tenían voz. Había aprendido y ya dominaba, el lenguaje universal de la vida.
Algo le perturbaba - a pesar de que sabía trabajar con el fuego para preparar sus alimentos y bebidas - la madre nunca dejaba su fogata sin leña y sin lumbre. Al salir por agua siempre le recomendaba no acercarse de más al fuego, lo cual le intrigaba.
Era un día caluroso como pocos en el año, intenso y abrasador, Aklax, se decidió a revisar minuciosamente el fuego, al que siempre procuraba su madre tener vivo. Para contar con el tiempo suficiente para analizar el fuego, le hizo un agujero mágico , invisible, al balde que llevaba su madre; de tal forma que al visitar la aguada y proveerse del valioso líquido, le hiciera perder tiempo al no poder llenarlo por muy rápido que quisiera.
En eso, con calma, Aklax alejó los leños y cavó por debajo al presentir y saber que algo le ocultaba su madre. Desenterró sin tanto esfuerzo algo que le llamó su atención, un címbalo de oro, que tenía inscripciones mágicas que no podía entender. A pesar del temor de ser descubierto, le ganó la curiosidad, tañó el címbalo y retumbó en todo el Mayab; lo que asustó a todos a su alrededor, y claro, a la madre que corriendo llegó a preguntarle por qué había hecho semejante cosa; que eso traería calamidades y cosas inesperadas.
El Halach (3) de todas las regiones cercanas se estrmeció, temeroso y al mismo tiempo enfurecido preguntó: ¿quién había osado tocar el címbalo que significaba un reto a la sucesión del poder absoluto del Mayab?. En seguida, ordenó a sus militares más fieles que encontraran a quien había osado retarlo. Pensaba que ese címbalo estaba destruido y que nadie podría desafiar su soberanía; pero no era así, resultaba que sólo estaba oculto, y que ahora conforme al designio estaba obligado a enfrentar a quien lo había hecho sonar ¿Quién era?, se preguntaba atónito y a la vez enfurecido.
Los militares encontraron en el área mas oculta del Mayab la casa de Puul Yah (4), la madre de Aklax en sus actividades normales. Con arrogancia detuvieron a la anciana y al enano, siendo ambos llevados rápidamente ante el Halach. Frente a él y de manera arrogante le dijo a Puul Yah, ¿sabes acaso lo que ha hecho tu hijo enano?, ¿acaso no sabes que por sólo ese hecho es necesario sacrificarlo y que para no perder el orden tendré que hacerlo públicamente? Esta es la única forma de hacer valida la profecía que dice que: “el que haga retumbar el instrumento es porque es atrevido y es capaz de ocupar mi lugar”.
El enano con tranquilidad le dijo: -"Halach, también debe saber que quién lo haya tocado tiene la oportunidad de demostrar el porqué con prestancia desea estar en tu lugar"-.
Halach se rió burlonamente y dijo : - "sería muy agradable sacrificarte intentando ocupar mi lugar. ¡Acepto el reto! Son tres pruebas, la primera se tiene que hacer esta misma noche"-. Le dio órdenes a sus militares que ataran a Aklax y que convocaran a los pueblos en la noche, ya que saliendo la luna llena se haría pública la ejecución.
La noche fresca fue testigo de la esplendorosa luna de cosecha encendida con fuego y dispuesta a ser testigo de lo que acontecía esa noche en el Mayab. Atado al árbol más grande, a la enigmática ceiba que tenia muchos dones, estaba sujeto Aklax. Llegó el soberano ante la multitud que estaba dividida: una parte, en apoyo a la sabiduría de Aklax y otra parte, que estaba a favor de la fuerza de Halach y su estirpe, más por miedo que por convencimiento. El Halach alzó la voz con majestuosidad y seguridad diciendo: -"Aklax ha osado retar mi puesto asumiendo sus riesgos, por tanto se harán tres pruebas que permitan saber quién se queda con el puesto de Halach del Mayab; pero tenemos que saber si eres digno de este reto, por lo que te haré una pregunta para valorar tu dignidad"-.
-"Aklax, preguntó el soberano, si consideras que tienes los conocimientos, sabiduría necesaria y que las cosas de la naturaleza son importantes para nuestro pueblo, dime cuántas hojas tiene esa ceiba que tiene muchas vidas viendo pasar en el Mayab"-.
Se hizo el silencio. Aklax sin titubear habló a Zotz (murciélago) quien presto bajó y se posó en su hombro. De forma tranquila contestó que equivaldrían a diez baktunes con todos sus días acumulados, lo que intrigó al gobernante. Retó a Aklax, diciéndole, ¿cómo podría aseverar esto? El enano le contestó de manera firme: -" el Señor de los murciélagos me lo ha confiado y yo le creo, así que si usted pretende desmentirme tendrá que contar sin romper una sola hoja y esta misma noche"-. El Mayab esplenderoso, hecho pueblo, admiró la sabiduría de Aklax y la forma tan especial de haberse comunicado y entendido con Zotz. El soberano, no de buen agrado, reconoció públicamente que el enano era digno contrincante y anunció que al día siguiente serían las restantes dos pruebas.
Puul Yah, estuvo atenta toda la noche y haciendo varias cosas en secreto para preparar a su amado hijo Aklax para las pruebas desconocidas. Llegando la mañana con el sereno habitual y con gran efervescencia, la noticia ya había corrido como ciervo en todas las regiones alejadas, y llegaron con gran presteza y prestancia otros Halach y otras personas atraídas por los hechos.
El silencio se interrumpió con la llegada del Halach con su séquito. Llegó a la plaza principal y le preguntó a Aklax si estaba listo; éste asintió de manera digna, portaba una capa de plumas y un penacho hecho de plumas de colibríes. Un sinfín de estas aves habían dejado al amanecer tres plumas cada una. La belleza del penacho sorprendió a los presentes.
El soberano dijo: - "la siguiente prueba será hacer una figura a la semejanza de cada uno de nosotros; que pueda pasarse por el fuego y en lugar de destruirse debe ser más fuerte y bella"-. El gobernante presentó su figura hecha de oro reluciente y antes de ponerla en su propio fuego, Aklax comedidamente le pidió que la dejara ponerla en el suyo, que era de madera más fuerte y provocaba mejor fuego, sin humo; esta madera provenía del árbol de Catzin. El gobernante accedió sin temor, pero pronto su rostro se llenó de angustia: en poco tiempo la figura se deformó y de manera inmediata, quedó fundida.
El enano tenía los dones de la observación y la percepción, se había dado cuenta que la fogata del Halach era de chacá, una leña que produce un fuego débil, que no era apropiada para el reto y que no iba a tener efecto alguno en la figura arrogante de oro.
Aklax, en cambio, presentó una figura que reproducía su pequeño y regordete cuerpo en barro, algunos atisbaron pequeñas sonrisas de burla; pero al ingresar su figura al intenso fuego de la madera de Catzin, todos vieron como la figura se hacia más y más brillante. Se sorprendieron más cuando el enano le puso una carga más de leña; lo que la dejó pulidísima y colorida a la figura, casi a su imagen y semejanza.
La figura reluciente en los rayos del sol se transformó en obra magistral: un simple trozo de barro se habia convertido en una cerámica colorida y reluciente, digna de la majestuosidad del Mayab.
El gobernante, ya muy confundido y viendo que el apoyo del Mayab, hecho pueblo, se inclinaba a Aklax, cortó ese júbilo anunciando el último reto, es decir, la prueba definitiva que iba a demostrar quién era el ganador real del desafió.
Hizo traer de unos veinte pueblos dos canastos enormes de cocoyoles. Sus hombres más fuertes colocaron un canasto a sus pies y el otro en los de Aklax. Todos se intrigaron ya que no sabían cuál era el uso que se le iba a dar a los cocoyoles; ni mucho menos cual era la prueba. Todos hablaban entre ellos tratando de suponer lo que pasaría.
- "La prueba será la definitiva, anunció el soberano, la totalidad de los cocoyoles que le corresponden a cada uno se romperá en nuestras cabezas. Será Aklax el que iniciará la prueba. ¡Ah!, y el primero que muera será el perdedor. Esto le daba una clara ventajas al soberano y el Mayab, hecho pueblo, mostró su desaprobación, con enojo y desdén hacia el soberano. Los otros Halach también sintieron vergüenza, empero, no estaban en su jurisdicción y no se atrevieron a intervenir.
Estoicamente el enano se plantó como un dignatario decidido a sucumbir. Un hombre fuerte ayudado con un mazo golpeó el primer cocoyol con fuerza en la cabeza del enano y asombrosamente, lo que cimbró fue su mano; vibrando miró que el cocoyol se rompió en 13 pedazos. El enano sonrió también un tanto asombrado y así siguió sucesivamente con los siguientes 999 cocoyoles. El mazo y el hombre fuerte agitado cedieron ante la fortaleza de Aklax.
El Halach miraba como el cesto se vaciaba y parecía que el suyo aumentaba de tamaño y con señas incitaba al hombre fuerte a golpear con más fuerza; lo único que lograba era que el mazo se abollara más y más.
Al llegar el turno del soberano, éste se atrevió a decir que reconocía al enano como nuevo Halach; lo que el Mayab, hecho pueblo, no permitió. Exigió que como lealtad sólo podría haber un ganador y ningún perdedor y que el indulto únicamente lo alcanzaría con su derrota. Con miedo se situó ante otro hombre fornido; por muy débil que haya golpeado hizo que el primer cocoyol se incrustara en el cráneo del Halach.
De este modo se declaró a Aklax como soberano y real Halach; convirtiéndose en el dueño y señor de la suerte y del trabajo de la región del Mayab. Asi fue como el enano fundó Uxmal, que significa tres veces, por las tres pruebas. Dentro de la Ciudad, con una rapidez inusitada, con varios Puuses corcovados pero fuertes, en una noche donde nada se veía, se erigió una pirámide a la que se le llamó del Adivino, en conmemoración a la mujer sabia y fuerte que no podía ser mamá y que lo fue por su perseverancia.
Se dice como un gran secreto que la madre en una cueva recogió un códice, en donde se explicaba como pasar la segunda prueba que iba enfrentar el hijo enano. Así nació la ciencia de cocer el barro, la cerámica; esa mujer fue, sobre todo, la fuente de la sabiduría de Aklax, el niño enano hombre y del Mayab, hecho pueblo.
Se sabe que en Uxmal floreció la poesía, la música, la astronomía y la medicina; su agricultura se refleja en la filigrana de sus templos y su arquitectura en la majestuosidad de sus edificaciones. Todas las artes y las ciencias evocan la grandeza del Mayab, ¡si!, del Mayab, hecho pueblo.
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