El derrumbe de la URSS y del "campo socialista": ¿Sinónimo de caída del marxismo?
Al Comandante Fidel Castro Ruz.
Alberto Pérez Schoelly

I. Marx no es el culpable
Diciembre de 2016. Han acaecido muchos sucesos históricos relevantes en el mundo, desde que estaba vivo Karl Marx hasta el día de hoy. Ese gigante del pensamiento humano no supo de la primera guerra mundial, de la revolución rusa, de la segunda guerra mundial, de la revolución china, y de la caída del muro de Berlín. Y de muchas otras cosas posteriores a su muerte, tampoco, como es obvio. A propósito de la caída del muro de Berlín, y de lo que muchos llaman “el campo socialista”, innumerables economistas, políticos, sociólogos, y analistas en general (tanto de izquierda como de derecha) han proclamado por todas partes que “el comunismo falló históricamente”. Por ende, el marxismo viene siendo una especie de “ideología del fracaso”, ya que fue la ideología que dio origen al régimen la Unión Soviética, a los “países socialistas” y a otros que sobreviven, como Cuba, China y Corea del Norte. No sé si mis amables lectores leyeron alguna vez la obra “Marx in The Soho” del historiador estadunidense Howard Zinn, que aquí en México se conoció con una genial puesta en escena llamada “¿Valdrá la pena hablar de Marx?”.
En dicha obra teatral, a Marx se le concede un tiempo reducido –lo que dura la obra- para regresar a la Tierra y replantear algunas cuestiones actuales, desde su óptica marxista, valga la redundancia. Regresa –gracias a Dios, obviamente- y se presenta ante el público hablando de su esposa, de sus hijos, de gran parte de su difícil vida personal, de sus estudios en el Museo Británico y analiza algunos aspectos del capitalismo hoy en día. Reaparece enterado –recordemos que es Karl Marx, no podría ser de otra manera- de todos los sucesos acaecidos en la historia del mundo desde su muerte en 1883 al día de hoy. No pretendo aquí repetir todos los argumentos de esa obra, ni entrar a ese grado de detalle, pero algunos de los temas ahí tratados ciertamente constituyeron una fuente de inspiración para este ensayo.
Podríamos decir, en consecuencia, que el señalamiento de que el marxismo fracasó se basa en dos cuestiones esenciales: por un lado, en la caída de la URSS y de sus países satélites europeos y eso, de facto, descalifica al marxismo como una ciencia porque lo que se tuvo como un ensayo de la “nueva sociedad” basada en las conclusiones marxistas, ha fracasado. Es decir, para plantearlo claramente, estos señalamientos conducen a esta afirmación: el marxismo no sirve porque las sociedades que se han establecido de acuerdo a su ideología, han fracasado terriblemente. Crear una sociedad socialista o comunista, como quiera llamársele, es una utopía. ¿Qué tan cierto es esto?
Hay que empezar por unos puntos básicos. Primero, hay que precisar lo que se entiende por marxismo. Si califico a Karl Marx como un gigante del pensamiento humano, como ya lo señalé, es porque hay fundamentos sólidos para ello. Su obra conforma un cuerpo conceptual amplísimo, que comprende filosofía, historia y economía. Dentro de la primera, Marx plantea como su método de análisis científico a la dialéctica materialista, o materialismo dialéctico. La dialéctica proveniente de Hegel, pero “poniéndola en sus pies” materialistas, basándose en el materialismo de Feuerbach. En cuanto a la historia, la aplicación de la dialéctica materialista al estudio de la misma, da como consecuencia el materialismo histórico. Y finalmente, los extensos estudios de Marx de los economistas clásicos y anteriores, de forma destacada a los fisiócratas, dan como resultado una “crítica de la economía política”, que se reduce al conocimiento de las leyes internas del desarrollo económico y social del capitalismo. [1]

Karl Marx
No es posible sintetizar aquí en pocas palabras la grandeza de la obra de Karl Marx. Podrían en cambio escribirse varios libros sobre su obra –todavía más de los que ya existen- y aun así no hay mejor recomendación que leer las obras originales y estudiarlas a fondo. Lo que sí podemos hacer es precisar que los principales aspectos analizados por Marx de la sociedad contemporánea, las leyes básicas del movimiento del sistema capitalista, continúan siendo válidas. “El capitalismo actual está más cerca del modelo ‘abstracto’ de El Capital que del capitalismo ‘concreto’ de 1867, cuando Marx terminó de corregir las pruebas del libro primero. En primer lugar porque la clase intermediaria de los pequeños productores independientes, propietarios de sus propios medios de producción, que todavía era una capa social significativa hace un siglo, ha desaparecido casi por completo; los que perciben salarios y trabajan en relación de dependencia, obligados a vender su fuerza de trabajo, ascienden hoy al 80% de la población económicamente activa en la mayoría de los países occidentales y en algunos sobrepasan el 90%. Segundo, porque la concentración y centralización del capital ha llevado a una situación donde no sólo un par de cientos de corporaciones gigantes dominan la economía de cada país imperialista sino algunos cientos de corporaciones multinacionales concentran también en sus manos un tercio de toda la riqueza de la economía capitalista mundial. Tercero, porque la productividad y la socialización objetiva del trabajo han aumentado a tal grado que la producción de valor para el enriquecimiento privado se ha vuelto mucho más absurda de lo que Marx previó hace un siglo y el mundo clama tan compulsivamente por una planificación prudente de los recursos con el fin de satisfacer las necesidades con base en prioridades elegidas consciente y democráticamente que hasta los oponentes del socialismo no pueden dejar de entender el mensaje” [2]
Marx descubrió las leyes internas del movimiento del sistema capitalista, y pudo prever así su desarrollo. Sin embargo, en ninguna parte de su enorme legado se pueden encontrar recetas o manuales para construir la nueva sociedad socialista que sucedería al capitalismo. Antes de analizar las causas del derrumbe del “campo socialista”, es conveniente hacer un recuento histórico de lo que aconteció en la Unión Soviética, que fue la primera experiencia de un gobierno socialista. La Revolución de Octubre, que diera origen a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) fue la primera revolución proletaria triunfante dirigida por un partido comunista, en el mes de octubre de 1917. La única otra experiencia semejante de la historia, si bien fallida, había sido la Comuna de París de 1871, muy analizada por Marx y Engels, pero que había sido dirigida por anarquistas y proudhonistas, adversarios políticos de Marx.
En un importante fragmento del prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política de 1859, Karl Marx da la definición básica del materialismo histórico: “En la producción social de su existencia, los hombres establecen determinadas relaciones, necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un determinado estadio evolutivo de sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de esas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se alza su edificio (Uberbau) jurídico y político, y a la cual corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material determina (bedingen) el proceso social, político e intelectual de la vida en general. No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia” [3]
Por tanto, el primer paso para comprender cualquier formación social, incluida una sociedad “post capitalista” (como lo fue la URSS y el campo socialista), es empezar por hacer un análisis de las relaciones de producción que en ella predominan y que la determinan. La diferencia decisiva entre uno de los modos de producción históricamente progresistas, y las sociedades en transición, reside en el grado diferente de estabilidad o consolidación, estructural de las relaciones de producción existentes. Esto es válido tanto para la sociedad de transición entre el capitalismo y el socialismo como para la época de transición entre el régimen esclavista y el feudalismo (los siglos IV a VII en Europa occidental y meridional) o para la sociedad de transición entre el feudalismo y el capitalismo (siglos XV a XVII en Holanda, la ciudades del norte de Italia e Inglaterra). Todos estos son casos de sistemas sociales todavía no completamente establecidos en los que la vuelta al antiguo sistema sigue siendo tan posible como el avance hacia el nuevo, y donde aún no está asegurada económicamente la victoria del nuevo y más elevado modo de producción. Sólo está, dijéramos, afianzado política y socialmente.
Las primeras grandes revoluciones burguesas de los siglos XVI y XVII quebraron el poder de clase político y social de la nobleza feudal, que era el obstáculo principal para la aparición y el crecimiento del capitalismo. Sin embargo, no aseguraron el ejercicio directo del poder por la burguesía. Menos aún aseguraron la afirmación final y definitiva del modo de producción capitalista como el predominante. Eso sólo ocurrió hasta que la revolución industrial desarrolló todas sus potencialidades.
EL poder de la nobleza feudal podría haber evitado la victoria del modo de producción capitalista. Pero, para asegurar el establecimiento final del modo de producción capitalista, era necesario pero no suficiente aplastar ese poder de clase. La razón para esto es que las relaciones de producción predominantes en este periodo de transición NO eran las del capitalismo (es decir, las relaciones de capital y trabajo asalariado en el proceso de producción) ni las del feudalismo (trabajo servil, renta feudal, gremios), sino la de la producción mercantil simple, como una transición del feudalismo al capitalismo. De la misma manera, el análisis del problema de la sociedad de transición entre el capitalismo y el socialismo debe realizarse de la misma forma. El hundimiento de la sociedad de clase burguesa (y del Estado burgués) y el establecimiento del poder popular, crea sólo la posibilidad de construir una sociedad socialista en una primera fase y comunista después. Pero, y esto es muy importante: no lo asegura automáticamente. La conciencia desempeña un papel predominante en la revolución socialista y en el proceso de construcción de un orden social socialista, cosa que no sucedió en el desarrollo de cualquier otro modo de producción anterior.
Además, el gran problema que tenemos, desde el punto de vista del análisis marxista, es que todas las sociedades post capitalistas, de transición entre el capitalismo y el socialismo, que han existido hasta ahora, se han caracterizado por la relativa inmadurez de sus relaciones de producción. Sería como querer descubrir las leyes del desarrollo capitalista (que Marx descubrió estudiando a la economía inglesa del siglo XIX) en la Holanda en el siglo XV, que mencioné como ejemplo más arriba. Esto es, el análisis de Marx solamente pudo tener validez, por poner un ejemplo, hasta que se extendió a la práctica la abstracción de la forma concreta del trabajo, de este modo desarrolló dentro de la teoría económica una teoría “pura” del valor trabajo. [4]
En conclusión, solamente hasta que contemos con la experiencia concreta de una sociedad de transición madura entre el capitalismo y el socialismo, será posible elaborar una teoría socioeconómica “pura” de dicha sociedad. Lo que se ha dado en llamar el “campo socialista”, desde la URSS pasando por la antigua Yugoslavia hasta China, Cuba o Corea del Norte, han sido sociedades en transición en condiciones de subdesarrollo económico y social (con un grado insuficiente de las fuerzas productivas), que en consecuencia han mostrado de diversas maneras formas graves o extremas de deformación y degeneración burocráticas. Por lo tanto es posible, si no que seguro, que aquellos que hoy parecen rasgos “generales” de esta sociedad en transición, sean en realidad peculiaridades que tienen que ver menos con la lógica interna de dicha sociedad que con las condiciones de subdesarrollo económico y social.
Es un terrible error designar a esos países como “socialistas” o aún peor, como “comunistas”, así como no se le podría catalogar a la Holanda del siglo XV como “capitalista”. En el caso de la URSS y los países de Europa oriental, se restauró el capitalismo a partir de 1989 como consecuencia de sus contradicciones internas, de la deslegitimación de sus gobiernos y el desgaste de su modelo de desarrollo burocrático y autoritario. La restauración capitalista en la Unión Soviética no sólo había sido prevista por León Trotsky, sino que luchó hasta su muerte para que eso no sucediera: “(…) mientras más largo sea el tiempo que la URSS permanezca rodeada por un medio capitalista, más profunda será la degeneración de los tejidos sociales. Un aislamiento indefinido provocaría infaliblemente, no el establecimiento de un comunismo nacional, sino la restauración del capitalismo” [5]
Marx, en su artículo “Crítica al Programa de Gotha”, también es muy preciso: “De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede”. [6]
Así pues, con las bases antes expuestas analicemos ahora la experiencia histórica de la URSS hasta su desaparición, puesto que con este desenlace, los politólogos, economistas y sociólogos de derecha de todo el mundo, se llenan la boca exclamando: “el comunismo es nefasto”, el “comunismo es inviable” y, los más benévolos, dicen que es una “utopía”. Y, obviamente, -señalan- el marxismo es el autor intelectual de esa tragedia que costó millones de vidas.
II. La primera revolución socialista también tuvo su Termidor.
La tarde del 26 de octubre de 1917, Lenin empezó su discurso ante del Congreso de los Soviets con estas famosas palabras: “Pasamos ahora a la edificación del orden socialista”. Por primera vez en la historia, unos hombres, los bolcheviques rusos, se fijaban como objetivo práctico hacer salir a la humanidad de su “prehistoria”, y conducirla “del reino de la necesidad al de la libertad”. Frente a esta gigantesca tarea, nacida de la victoria de la insurrección, tenían que forjar ellos solos los nuevos instrumentos de lucha. Nunca nadie antes, ni Marx, ni Engels o algún otro teórico marxista, había precisado jamás cuál sería el contenido de la sociedad socialista, ya sea en general o en un país dado. La Comuna de París había sido, y así lo señaló Engels, el modelo de la “dictadura del proletariado”. Sin embargo, el camino y los medios de la “edificación del orden socialista”, quedaban por descubrirse. La revolucionaria polaco-alemana Rosa Luxemburgo escribió con una gran penetración analítica lo siguiente: “Lejos de ser una suma de prescripciones totalmente acabadas, que sólo bastaría con aplicarlas, la realización práctica del socialismo como sistema económico, social y jurídico, es algo que entra en las nieblas del futuro. Lo que poseemos en nuestro programa son solamente algunos grandes postes indicadores que señalan la dirección en la que las medidas a tomar deben ser buscadas, indicaciones, por otra parte, de un carácter todo negativo (…) Esto no es un defecto, sino por el contrario la ventaja del socialismo científico sobre el socialismo utópico; el sistema social socialista sólo debe y puede ser un producto histórico, nacido de la escuela misma de la experiencia, en el momento de las realizaciones, de la marcha de la historia viva, la cual, del mismo modo que la naturaleza orgánica de la que en última instancia forma parte, tiene la costumbre de producir, continuamente junto a una real necesidad social el medio para satisfacerla, junto al problema su solución.” [7]

Vladimir Ilich Lenin
La primera revolución socialista triunfante de la historia lo había hecho en un país atrasado económica, social y culturalmente. Marx y Engels, en todas las referencias mínimas que hacían a la construcción de la nueva sociedad, partían de la base de que ésta se realizaría en un país europeo, donde ya estaban dadas las condiciones para ello, con un gran desarrollo de las fuerzas productivas y de riqueza social, con una clase obrera organizada y con los medios para tomar el poder. No lo avizoraban en un país como en la lejana y feudal Rusia de los Zares. Para ellos era algo impensable. Pero, como dicen, la cuerda se rompe por lo más delgado. Y en ese momento la atrasada Rusia era la parte más delgada de la cuerda del capitalismo mundial. Tenemos que comprender, además, que la Revolución de Octubre fue históricamente necesaria porque el mundo había estado “maduro” para la revolución socialista desde la culminación de la época imperialista y porque la prolongación de la dominación de las clases dominantes en Rusia habría significa