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Invertir en tiempos de incertidumbre. Segunda parte.

Raúl Fernández Pérez


"El factor más importante que explica la incertidumbre económica en 2025 es la guerra comercial y verbal de Donald Trump, un factor exógeno que no podemos evitar, pero sí enfrentar con inteligencia para revertir sus efectos y aprovechar al máximo las nuevas oportunidades que surjan", Raúl Fernández Pérez


Un empresario procura invertir en un país seguro y confiable, que tenga: 1) Estabilidad económica, política y social, 2) Solidez y solvencia financiera y 3) Buenas expectativas de crecimiento. A este respecto, veamos cuál es el entorno prevaleciente en México.


Nuestro país cuenta con estabilidad económica, ya que tiene una inflación baja y controlada, un tipo de cambio estable y una tasa de interés de referencia -fijada por el Banco de México (BANXICO)- en franco descenso.


El Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) anualizado fue de 3.96% en la primera quincena de abril de 2025, manteniéndose dentro de la meta o rango objetivo del banco central que es de 3% +/- 1%, lo cual es muy significativo ya que en agosto de 2022 este indicador alcanzó un máximo de 8.70% debido a la inflación mundial generada tanto por la pandemia del Covid-19 como por la guerra Rusia-Ucrania, eventos que provocaron escasez de bienes y servicios y trastocaron las cadenas de suministro internacional, sobresaliendo el buen desempeño de BANXICO en la reducción y control inflacionarios, así como el respeto de su autonomía por parte del gobierno federal.


Por su parte, el tipo de cambio ronda los $ 20 por dólar, nivel promedio que el régimen de la Cuarta Transformación (4T) ha mantenido desde que asumió el poder en diciembre de 2018, a pesar de los vaivenes que han provocado la pandemia, los conflictos bélicos y, más recientemente, la guerra comercial de Trump. Es importante destacar el buen manejo y desempeño de la economía nacional, así como la confianza que concita para evitar una depreciación del peso de mayores proporciones.


En cuanto a la tasa de interés interna, esta ha venido descendiendo gradualmente al ritmo que la propia inflación le ha permitido, pasando de 11.25% en marzo de 2023 a 9% hoy día, y se espera continúe su tendencia a la baja hasta alcanzar 8% o menos a finales de año, de acuerdo con los Pre-Criterios Generales de Política Económica 2026.


México goza igualmente de estabilidad política, ya que en 2024 con una participación ciudadana del 61.04%, el pueblo eligió a la primera mujer presidenta de la nación con abrumadora mayoría, 59.7% de los votos, superando por más del doble al segundo lugar que tan sólo obtuvo el 27.4%, y por encima también del 53.2% obtenido en 2018 por el entonces candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador.


Actualmente, después de siete meses de gobierno, la presidenta Claudia Sheinbaum mantiene un muy alto nivel de aceptación, llegando hasta el 85% en algunas encuestas. Lo anterior, aunado al respeto por parte del gobierno de derechos fundamentales como la libertad de expresión y manifestación, se refleja en un clima social estable. Adicionalmente, México tiene solidez y solvencia financiera tanto por los recursos que posee -reservas y recaudación- como por el buen manejo de sus finanzas públicas -deuda y déficit-.


En los últimos seis años las reservas internacionales de BANXICO se incrementaron en un 37.3%, pasando de $ 174,118 millones de dólares (MDD) en diciembre de 2018 a $ 239,137 MDD en abril de 2025, equivalentes a un 12% del PIB, lo que fortalece aún más la estabilidad del tipo de cambio. Estas reservas de divisas se alimentan principalmente de las exportaciones, las remesas y la inversión extranjera directa (IED).

En 2024 las exportaciones mexicanas fueron de $ 617,100 MDD, lo que significó un incremento de 4.1% respecto de 2023, superando el pronóstico de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), que era de tan sólo 2%. En enero de 2025 las exportaciones crecieron aún más, a una tasa interanual de 5.5% para caer en febrero a -2.9% debido a la incertidumbre provocada por el anuncio de los aranceles estadounidenses a partir del 2 de abril. No obstante, durante marzo el crecimiento anualizado fue de un extraordinario 9.6%, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), sobresaliendo las exportaciones extractivas y manufactureras y lográndose incluso un superávit comercial de $ 3,442 MDD en dicho mes.


Lo que sucedió fue algo muy relevante, pues si en febrero el sólo anuncio de los aranceles por parte del presidente Trump provocó una caída anualizada de las exportaciones, en el mes siguiente el repunte se dio a pesar de la entrada en vigor el 12 de marzo de los aranceles al acero y al aluminio. Sin lugar a dudas, los exportadores reaccionaron positivamente para aprovechar, en una coyuntura difícil y llena de incertidumbre, las oportunidades que ofrecía una segunda posposición mensual arancelaria generalizada, en buena medida lograda por la presidenta Claudia Sheinbaum.


Había que adelantar todas las exportaciones posibles para evitar los aranceles que entrarían en vigor en abril, y así se hizo. Si bien la incertidumbre y el miedo pueden provocar el empantanamiento o la acción, se eligió la segunda opción afortunadamente.


Por otra parte, cabe señalar que el déficit comercial de nuestro país es bajo pues en 2024 fue de $ 8,212 MDD equivalentes al 1.3% del total exportado, y al 0.4% del Producto Interno Bruto (PIB). Esto significa que nuestras ventas al exterior financian casi en su totalidad las importaciones que hacemos, manteniéndose una relación comercial sana y equilibrada con el resto del mundo, en contraste con Estados Unidos cuyo déficit comercial representa el 57% de sus exportaciones totales y el 4% de su PIB.


Un dato significativo más es que en marzo crecieron también las importaciones de bienes intermedios -materias primas, partes y componentes- en un 9.7% anual, muy superior al incremento registrado por las importaciones totales que fue de 7.1%, lo cual permite suponer que el crecimiento económico en 2025 terminará imponiéndose frente a la recesión prevista en pronósticos pesimistas.


En cuanto a las remesas que mandan nuestros paisanos desde el exterior, en los últimos seis años se han incrementado los envíos anuales en un 92.2%, pasando de $ 33,677 MDD en 2018 a $ 64,745 MDD en 2024, siendo esta la principal fuente de divisas netas del país. Por su parte, la captación anual de IED creció en el mismo período un 16.6%, pasando de $ 31,604 MDD en 2018 a $ 36,872 MDD en 2024, monto relativamente bajo en un escenario de relocalización de empresas o nearshoring, pero histórico pues es el más alto desde que se tiene registro.


Por lo que respecta a la recaudación fiscal, esta fue de $ 4.954 billones de pesos netos en 2024, lo que significó un crecimiento real de 4.7% respecto de 2023, representando el 14.6% del PIB, porcentaje, sin embargo, inferior al promedio de la Organización para el Crecimiento y Desarrollo Económico (OCDE) y de América Latina y el Caribe que es de 34% y 21.5%, respectivamente. Los esfuerzos recaudatorios han sido significativos en México pues se han cobrado impuestos a grandes contribuyentes que antes gozaban de exenciones e impunidad, pero sigue pendiente una reforma fiscal que permita elevar los niveles de recaudación y hacer frente con mayor holgura a las necesidades del país.


Así, en 2024 México cerró con un déficit fiscal global -conocido como Requerimientos Financieros del Sector Público (RFSP)- equivalente a 5.7% del PIB, aunque menor al 5.9% estimado por el gobierno. Dicho déficit se explicó mayormente por los recursos requeridos en asegurar la conclusión de las obras públicas emprendidas en la administración del presidente López Obrador, encaminadas a coadyuvar el desarrollo de regiones antes olvidadas.


La deuda pública, por su parte, representó un monto de $ 17.426 billones de pesos, de los cuales el 74.8% son deuda interna y el 25.2% restante, equivalente a $ 215.9 MMDD, constituye la deuda externa del país. Nótese que el monto de las reservas internacionales de México es un 10.7% superior a su propia deuda externa, lo que hace a nuestro país solvente ante el exterior. Además, a diferencia de los países que integran la OCDE, cuya participación promedio deuda total/PIB es de 84% -donde Canadá y EU superan por mucho el promedio con 110.7% y 124%, respectivamente- la deuda pública de México es la mitad de su PIB, 51.4%.


En lo referente a las expectativas de crecimiento del producto y el empleo, México tiene grandes posibilidades de crecer más y de manera sostenida en sus mercados interno y externo, pero debemos tomar en cuenta algunos factores.


Aunque el país no ha dejado de crecer desde 2021, una vez superada la pandemia, los niveles de crecimiento además de insuficientes han sido decrecientes. La recuperación de 2021 fue de sólo 5% del PIB, cuando en el 2020 este indicador había decrecido en -8.4%. El PIB continuó creciendo durante 2022 en 3.7%; 2023 en 3.2% y 2024 en 1.2%, semejando esta trayectoria ir descendiendo por una escalera. Para 2025, sin embargo, el gobierno espera un crecimiento entre 1.5% y 2.3%, de acuerdo con los Pre-Criterios 2026, con lo cual se iniciaría una senda ascendente, pero el pesimismo reinante lo contradice ya que BANXICO pronostica un crecimiento de tan sólo 0.6%, el Banco Mundial (BM) de 0.0% y el Fondo Monetario Internacional (FMI) de -0.3%, debido a los efectos perniciosos de la guerra comercial de Donald Trump.


Más allá de coyunturas, el bajo crecimiento de la economía mexicana no es algo nuevo, durante el extenso régimen neoliberal que va de 1983 a 2018 el PIB creció en promedio un muy bajo 2% anual, con lo que se colige que existe un problema estructural añejo que tiene que ver principalmente con el comportamiento mediocre de la inversión privada nacional y con el bajo poder adquisitivo de las mayorías empobrecidas del pueblo de México. Una inversión insuficiente y un consumo débil han sido históricamente incapaces de catapultar el nivel y el ritmo de crecimiento económico.


Sin embargo, desde 2019 la política social y laboral de la 4T ha venido revitalizando el consumo privado, convirtiendo al mercado interno en una opción de crecimiento y desarrollo como nunca.


Tanto el ingreso de los trabajadores como el de la población vulnerable han aumentado significativamente a través de incrementos reales de los salarios y de programas sociales que han sacado de la pobreza a 9.5 millones de mexicanos entre 2018 y 2024, una notable reducción de -7% de la pobreza general y de -5.3% de la pobreza laboral, las mayores reducciones de toda América Latina y el Caribe de acuerdo al BM. El ingreso laboral promedio de la población ocupada se incrementó en 19.2% en el mismo período, alcanzando $ 9,750 mensuales; y el salario promedio de los trabajadores que cotizan al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) es actualmente de $ 621.9 diarios, $ 18,905 mensuales. En cambio, la inversión privada nacional sigue adoleciendo de la voluntad necesaria para detonar crecimiento y redimensionar la obra pública estratégica del actual régimen, pese al favorable entorno económico que goza nuestro país, como ya hemos visto.


A pesar del bajo crecimiento, la tasa actual de desempleo es de tan sólo 2.2%, lo que en cualquier texto de economía se leería como pleno empleo. Sin embargo, de acuerdo con la última Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del INEGI, la tasa de informalidad laboral es de 54.4% de la población ocupada, o sea, 32.4 millones de personas que carecen de prestaciones sociales, sin créditos a la vivienda o bancarios y sin pagar impuestos directos. Por ello resulta imperativo crecer suficientemente para incorporar a estos trabajadores a la formalidad, aumentar sus derechos, mejorar sus ingresos, así como elevar la recaudación fiscal y el consumo privado.

El entorno económico, político y social que hemos expuesto con cifras ha generado certidumbre en las agencias calificadoras internacionales para otorgar a México una evaluación de BBB-/+ con perspectiva estable por parte de Fitch y Ratings; BBB+ con perspectiva estable por S&P global Ratings y HR Ratings; y Baa2 con perspectiva negativa por Moody’s. Manteniéndose en todos los casos el grado de inversión, reconociéndose la resiliencia y diversificación económicas y la prudencia en el manejo de las finanzas públicas.


No obstante, al interior del país se ha visto afectada la confianza de empresarios y consumidores, especialmente en los últimos doce meses. El Indicador Global de Opinión Empresarial de Confianza (IGOEC) cayó en -6.2 puntos en abril de 2025 respecto de abril de 2024, siendo actualmente de 48.6 puntos, ubicándose en zona negativa o desconfianza por debajo de la línea de los 50 puntos. Análogamente, el Indicador de Confianza del Consumidor (ICC) ha disminuido en 1.3 puntos, pasando de 47.3 en marzo de 2024 a 46.00 en marzo de 2025, por lo que igualmente se ubica en zona negativa o desconfianza.


Esta falta de confianza se refleja, a su vez, en el comportamiento de la inversión y el consumo. Las cifras más recientes publicadas por el INEGI a través del Indicador Mensual de la Formación Bruta de Capital Fijo (IMFBCF) reportan una caída de la inversión de -6.0% de febrero de 2024 a febrero de 2025. Mientras que El Indicador Mensual del Consumo Privado (IMCP) mostró una caída de -0.7% para el mismo período, a pesar del importante repunte que tuvo en el pasado mes de febrero, de 1.2% de crecimiento mensual; oxígeno puro y reconfortante.


Internamente, tanto la inseguridad pública como la reforma al poder judicial han generado un clima de desconfianza, exacerbado por una comentocracia de medios privados nacionales y extranjeros, hostiles al régimen de la 4T, que atemorizan con la mentira para después engañar con la verdad.


Ciertamente, el crimen organizado se manifiesta en distintas actividades ilícitas que van del narcotráfico y trata de personas a la extorsión y asaltos en carreteras, siendo estos dos últimos delitos los que más afectan a la economía. Pero con todo el daño que causa, la inseguridad es un factor estructural que tiene presencia significativa en México, al menos, en los últimos cuarenta años, habiéndose intensificado durante el período 2004 2018. Esto es importante de considerar porque las empresas y la economía del país en su conjunto han asumido desde entonces como parte de sus riesgos y costos operativos, a la inseguridad. No se pretende con ello, de ninguna manera, subestimar o minimizar su importancia, pero sí dejar en claro que la inseguridad no es un factor coyuntural y que tampoco ha impedido o frenado las actividades económicas en el país de manera generalizada ni permanente; en otras palabras, la incertidumbre de 2025 no se explica por este factor, si acaso parcialmente, pues además se está combatiendo frontalmente a la delincuencia, ya que de octubre de 2024 a marzo de 2025 se han detenido a más de 17 mil personas por delitos de alto impacto, se han asegurado más de 140 toneladas de droga, desmantelado 750 narco-laboratorios, asegurado 9 mil armas de fuego y reducido el número de homicidios a 75 víctimas por día mientras que en 2018 eran 100, según se reporta en el informe correspondiente al 1er semestre de gobierno del Secretario de Seguridad, Omar García Harfuch.


Respecto de la reforma al poder judicial, hoy convertida en ley, y en la víspera electoral de jueces, magistrados y ministros del próximo 1 de junio, este sí es un factor coyuntural pues desde el siglo XIX no habíamos vivido la experiencia democrática de estos días. Sin embargo, y respetando opiniones divergentes, aquí se trata de un cambio benéfico para el país, que garantizará la aplicación de la justicia con base en actores con dimensión y sensibilidad social, además de ser electos directamente por el pueblo. Por supuesto que todo cambio genera dudas y no solamente esperanzas, pero a juzgar por el corrompido desempeño del poder judicial actual, bienvenido sea el cambio.


La reforma es importante y necesaria, y está siendo valorada por personajes antagonistas a la misma como Gabriel Casillas, economista en jefe para América Latina en Barclays, quien a nombre de ese banco global de origen británico pronosticó un crecimiento del PIB de México de 0.7% para este año, y además señaló: “No es una reforma positiva y tendrá efectos negativos pero no los vemos en el corto plazo e incluso la elección podría generar un impacto positivo en la economía”, publicado en el periódico El Economista, 28 de abril de 2025.


Pero el factor más importante que explica la incertidumbre económica en 2025 es la guerra comercial y verbal de Donald Trump, un factor exógeno que no podemos evitar, pero sí enfrentar con inteligencia para revertir sus efectos y aprovechar al máximo las nuevas oportunidades que surjan.


Así, en la tercera y última parte de este tema, se analizará cuál debe ser la actitud y el papel de los inversionistas mexicanos, como también la manera en que pueden aprovechar la coyuntura y retomar la senda de crecimiento sostenido y ascendente de la economía mexicana, que en algún momento tuvimos.


Raúl Fernández Pérez
Raúl Fernández Pérez

 
 
 

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